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El famoso concepto de slow life o vida lenta, promueve la desaceleración de nuestro actual estilo de vida, que se caracteriza por la rapidez y la sobrecarga de estímulos. El objetivo es respetar los tiempos y ritmos de cada individuo, en contraposición a la inmediatez.
El slow life da importancia a aquellas actividades que buscan el desarrollo de la persona, nutriéndose de aquello que, aunque suele ser cotidiano y simple, resulta ser lo más esencial y necesario para nuestro bienestar. Unos minutos al día de meditación, algo de ejercicio físico, un paseo en buena compañía, comer con amigos o familia, dormir las horas necesarias y alimentarse bien, muchas veces, es un lujo que no nos permitimos por culpa del estrés y la falta de tiempo.
La conciencia y la gratitud son elementos claves en este movimiento. No se trata de evitar las responsabilidades, sino ser más responsables con nuestra vida desde el bienestar, encontrando el equilibrio entre cuerpo, mente y espíritu.